domingo, 6 de octubre de 2013

Parar el tiempo

No han sido más de 3 minutos, pero lo he conseguido: Acabo de parar el tiempo. 

Ha sido un domingo ajetreado:  haciendo comidas, promoviendo siempre el orden en la casa (quimera de la familia numerosa), limpiando variados y múltiples elementos domésticos, corrigiendo exámenes, eliminando plastilinas ubicuas por todos los rincones, volviendo a ordenar, escondiendo las tijeras que en manos de nuestras hijas sólo saben transformar folios sucios en pequeñísimos fragmentos que se esparcen por doquier y son imposibles de recoger, duchando nenas, haciendo cenas, preparando mochilas y volviendo a recoger una vez más. Pero me siento un vencedor, he conseguido parar el tiempo, detener por 3 minutos la fugacidad de nuestras vidas y tomar consciencia una vez más de las cosas importantes. 

Hay una búsqueda constante en mi interior de un equilibrio justo entre el inexorable paso del tiempo, la velocidad de occidente y la plena consciencia de uno mismo, encontrar la vitalidad en la pausa. Despojar la vida de múltiples accesorios futiles que hemos convertido en necesidades inventadas y que nos arrastran hacia el final del día sin darnos el respiro de la nada. En pocos momentos ocurre nada. De un tiempo a esta parte me he propuesto tirar lastre, decir no, vaciar mi vida de horarios para llenarla de tiempo.

Ha sido al acostar a mi hija Cloe: reventada al final de un día más, con la garganta hecha trizas, me ha pedido que me quedara a su lado mientras ella abandonaba la realidad de este mundo y comenzaba a habitar el de los sueños. "Acariciame"- me ha dicho en su limbo transitorio, y yo, que soy un padre obediente, lo he hecho. Y mientras dejaba deslizar mis manos entre sus cabellos recién suavizados por el acondicionador del Mercadona, he dicho no a mi mundo, he dicho no a mis pensamientos, he mandado a tomar viento a mis preocupaciones absurdas, he dicho no a las obligaciones infundadas y he decidido simplemente estar ahí. Un gesto tan simple, una caricia, ha provocado una leve sonrisa ya dentro de su sueño, y toda mi insignificancia cósmica se ha volatilizado en ese instante y la dependencia filial me ha hecho sentirme importante. Mi vida ya no es solo mía, y ese altruismo paternal que se agiganta con los días, me encanta.

Hace unos días leí sobre Matt Killingsworth y Dan Gilbert, dos psicólogos de la universidad de Harvard que han llevado a cabo un estudio sobre la felicidad cotidiana. Por lo visto casi la mitad de nuestros pensamientos no tienen nada que ver con lo que estamos haciendo. Lo curioso es que el estudio revela que realmente somos mucho más felices cuando nuestros pensamientos y nuestras acciones coinciden. Han comprobado que te hace más feliz fregar los platos pensando en lo que estás haciendo que fregar los platos pensando en un viaje al caribe, unas vacaciones eternas o que te toca la lotería. Y yo, que creo que el método científico es lo mejor que se ha inventado para aproximarnos a la realidad, me he puesto manos a la obra. De momento no he encontrado la felicidad plena lavándome los dientes, cambiándole el pañal a Elsa, vistiéndome, haciendo la comida o la cama pero al menos existe una curiosa transformación en esos actos diarios y los problemas y dificultades desaparecen por momentos. Os invito a probar esta sencilla técnica que tiene su base en el Carpe Diem del sabio Horacio.

Mi hija se durmió profundamente, con la sonrisa relajada, lejos de las pesadillas de otras noches, sintiéndose querida y protegida por mi presencia y mi mano. Yo vencí al tiempo por unos minutos, justo antes de volver a enfrascarme en mi vida. Mientras la acariciaba la he mirado con intención de alcanzar su pureza  y su serenidad me ha conmovido. Lejos de guerras, crisis y mentiras, con la maldad aún por descubrir, la paz serena y dormida de quien no mide el tiempo, viviendo los instintos de su vida. La poesía está esperando que podamos detener nuestro tiempo para mirarla cara a cara, rescatarla de su mutismo. Este Blog me está dando de nuevo la oportunidad de reencontrarme con ella.

5 comentarios :

  1. gracias. Soy una histérica del tiempo y no imaginas lo bien que me ha venido leer tus palabras. Después de toda una mañana recogiendo la cocina, poniendo lavadoras y planchando ropa, limpiendo el polvo, etc, con una cara de mala uva espantosa...una buena amiga me ha mandado tu enlace y me he permitido dos minutos de paz. Toda mi frustración está en no encontar tiempo "para mí"...pero lo cierto es que no arregla nada hacer las cosas con ira; todo lo contario. De verdad, gracias.

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  2. Siempre te manifiesto mi admiración por como escribes, en este caso, además, mi admiración por la profundidad y sabiduría que contiene lo que dices supera a la belleza del como lo expresas.
    Gracias, me viene de perlas estas reflexiones, siempre estoy sintiendo que entre tanto actuar no tengo tiempo de sentir, y a veces tengo un fugaz rayo de conciencia y sé que la dificultad no está en las obligaciones que tengo, ni en mi sentido de responsabilidad, como yo misma me explico, la contrariedad está dentro de mí, pero no sé como hacerlo, y quizás sea tomar conciencia de cada instante por más insignificante que sea, y situarme en cuerpo y mente en ese momento.
    Me has hecho sentir varias cosas contradictorias, me he sentido sensible, he sentido que hay esperanza de aprender a actuar de otra forma, y también me has provocado un atisbo de tristeza agolpada en mi garganta.
    Muchas gracias.

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  3. Gracias Julia, sin duda te llega porque ambos sentimos las cosas en la misma línea y quisiéramos anteponer las emociones y la sensibilidad en nuestra vida a nuestras preocupaciones, excesivas en mi opinión. Cada vez estoy más convencido de poder acercanos a la vida que deseamos, cambiando pequeños actos cotidianos, cuestionándonos los modos y convenciones culturales, preguntándonos una y mil veces ¿por qué no? y no dejando que el peso de las tradiciones y los hábitos oculten nuestros deseos más primarios de ser felices y pasarlo bien. Para eso estamos aquí, para vivir, digo yo.

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