domingo, 25 de agosto de 2013

Marciac



Marciac tiene un aire diferente. Formando parte de sus moléculas de aire se han colado para siempre algunas notas musicales interpretadas por alguno de los mejores artistas de Jazz de la historia. Y cada vez que uno respira asume el respeto de cada una de esas notas. "The jazziest city of the world" dijo el otro día Eric Reed entre standards y aplausos, mientras yo sentía nuevamente el privilegio de estar allí, mi primera vez en L'Astrada, un teatro con un sonido increíble . Ese pueblito me hace feliz y no se explicar bien por qué. Más allá de la música, los conciertos y un potentísimo cartel, el entorno rural, los maizales que rodean el pueblo y un espíritu bohemio tienen un efecto serenante en el alma. Siempre que me marcho recupero la triste sensación que de niño me paralizaba al final de un campamento: Despedidas, llantos y la vida que sigue en tu ciudad. Las cartas trataban de amarrar algunas de las emociones que me unieron durante unos cuantos días a nuevos amigos, pero que el tiempo convirtió lentamente en agua entre las manos, y el inevitable olvido llegó. Los recuerdos quedan. Cada vez que digo adiós a Marciac una poderosa saudade se apodera de mi. 






Me gusta descubrir nuevos músicos, saco entradas al azar, como en ese ejercicio escolar de confianza plena en que uno se deja caer con los ojos vendados para que otro le sostenga. Confío ciegamente en su cartel y es así como voy regenerando mi paupérrima cultura jazzística y musical. Miro el calendario y los días que nos pillan más o menos de paso por la frontera serán los días de conciertos. Forma parte de nuestra reciente historia familiar en la que hemos cambiado viajes transatlánticos y de aventuras por otros más cercanos y tranquilos, intercambiado casas con nuestros países vecinos para evitar kilómetros a las niñas. Es así como a lo largo de estos años, desde que Nora nació, he podido descubrir y redescubrir a artistas como Angelique Kidjo, Kyle Eastwood, Marcus Miller, Avishai Cohen,  Roberto Fonseca o Lionel Louéké. Después de este gran empacho musical mis oídos necesitan una buena siesta sonora para regenerar bien las conexiones auditivas. Os invito a pinchar estos enlaces y descubrir cuanto talento desconocido hay repartido por el mundo.

Los dos últimos años me llevé a Nora a algunos de los conciertos nocturnos y el primer día Angelique Kidjo subió al escenario a todos los niños que quisieran, de modo que fue muy especial poder subir con ella y disfrutar junto a su banda ante 15.000 espectadores. Nora, por supuesto, emocionada pero paralizada.

La música es una parte importante de mi vida y, por tanto, también de la nuestra. Siempre la he querido presente en nuestra cotidianidad, hasta el punto de tener una habitación innegociable llena de instrumentos, preparada y afinada para la visita de mis amigos más musicales, vivir la alegría de la música desde dentro. Justo al nacer Nora le monté un grupo, "Sonora", un juego de palabras con su nombre y el sonido de la bossa nova. El grupo lleva tantos ensayos como años, es decir unos 6 pero lo increíble es que seguimos igual de ilusionados. La idea original era que Nora creciese con su propio grupo y cuando le alcanzara la voz ser la vocalista. ¿Romántico verdad? A mi me encanta. Cuando fueron naciendo las otras el grupo futuro se fue ampliando. Me temo que no cabremos todos en esa habitación. Mientras crecen seguimos nuestro ritmo lento de ensayo anual y cada vez que nos reunimos volvemos a ensayar las mismas. Una vez más nos proponemos avanzar este año. No tenemos ninguna prisa. Los marroquís dicen: "Vosotros tenéis los relojes, nosotros el tiempo". Yo trato de no llevarlos puestos. 


Si algún verano tenéis oportunidad de pasar por este pueblito algún día de la primera quincena de Agosto, no lo dudéis, hacedlo. Es probable que allí nos encontremos. Mientras tanto ahí va su página www.jazzinmarciac.com/ para que vayáis saboreando cualquiera de las maravillas que contiene. Pero mejor que yo todo esto lo cuenta la mismísima Nora...








jueves, 8 de agosto de 2013

La soledad

Hoy es mi cumple. Escribe Andrés, obvio ya que supongo que el 99'9% de los lectores nos conocéis. 38 años. Vacaciones en Francia. Vamos a nuestro ritmo, sin prisas, improvisamos, acogemos, cambiamos tan rápido cómo la meteorología. Hoy teníamos previsto visitar de nuevo Lyon. Igual que ayer. En ambos casos abortamos. La intensa lluvia de estos dos días ha condicionado nuestros planes. No nos importa en absoluto. Para esta mañana de mi cumple elegí la soledad. Igual que hice con el aburrimiento, la reivindico como un bien injustamente maltratado por muchos. A mí me gusta buscarla, forzarla. Quiero que me acompañe. Eso sí, siempre escogida, la involuntaria se me antoja triste. No hay música sin silencio, ni luz sin oscuridad. Acostumbrado a la actividad incesante de las niñas, al sonido ubicuo de vocecillas agudas que nos buscan, la soledad es un remanso de paz en el camino que permite hablar con uno mismo. O simplemente decidir perder el tiempo. Simplemente estar. Ser. Hay que llevarse bien y buscar momentos para reconciliar la voz interior con la que los demás oyen. Si yo fuera un acompañante perenne ahora mismo no podría echar de menos al resto de mi familia. Y lo hago. Siempre me he sentido especial el día de mi cumple (valorar el día que uno vino al mundo no debe ser algo que pase inadvertido) y, a pesar de que la fecha es fatal para celebrarlo a lo grande con muchos amigos y familiares, me encanta compartirlo con quienes tenga cerca. En mi casa siempre se celebraron los cumples dándole el lugar sagrado que se merecían en el calendario. Yo lo agradezco mucho y por supuesto pienso perpetuar dicha tradición. No es para menos. Cada mililitro de semen contiene unos 100 millones de espermatozoides. La probabilidad de que el nuestro fuera el que fecundara el óvulo de mamá era de 1 entre 300.000.000. La probabilidad de que te toque la lotería nacional, en el sorteo de los jueves, es de 1 entre 600.000. Y estamos aquí. Qué menos que celebrarlo una vez al año. La soledad supone momentos creativos con uno mismo; supone descansar cualquier tipo de máscara social (todos tenemos alguna); supone querer más al otro desde el momento que uno sabe aceptarse más y mejor a sí mismo. La soledad es un ejercicio de madurez y serenidad que yo quiero aprovechar para seguir redescubriéndome y así poder acceder a los demás; al otro. Esta tarde habrá tarta, cánticos y piñata. Chuches, velas y regalos. Pero para la mañana escogí la soledad y creo que me está sentando bien. Ambos (Ingrid y yo) tenemos claro que en nuestras circunstancias (trabajamos en el mismo colegio y compartimos tiempos de ocio, amigos, cuenta bancaria, familia, viajes...) la búsqueda de espacios y tiempos individuales serán pasaporte para vernos viejitos juntos. Hoy la protagonista es justo la que nunca puede acompañarnos, la soledad. Fijaos: al menos me ha permitido conectar este ratito con vosotros y eso ya es mucho. Familia y amigos, mis mejores regalos, sin duda. 

sábado, 3 de agosto de 2013

Intercambio de casas

Estamos encantados de haber descubierto y confiado en esta nueva modalidad de viaje. Por fin hemos rescatado algo que echábamos de menos y que solíamos hacer en nuestra infancia. Algo que en el fragor de la batalla diaria uno nunca encuentra ni por asomo. Nos hemos reencontrado con el aburrimiento, ese estado tan denostado que tanto bien hace a la mente. Bien entendido, para nosotros es una manera fabulosa de combatir el estres y lejos del tedio del insoportable verano sevillano, limpia, regenera, purifica y descansa nuestro cuerpecito agotado por el año. Adoramos nuestro trabajo (profesor y orientadora en un colegio de un pueblo cercano a Sevilla) pero la implicación que exige agota.

Por otro lado la furgoneta camper que teníamos se nos quedó chica cuando Elsa, la menor de nuestras hijas, nació. Así que la vendimos y a partir de ahí nos metimos en www.intercambiocasas.com. Desde entonces este es nuestro tercer intercambio y la experiencia está siendo maravillosa. La única pega: nos preocupa el calor sofocante que quien visita nuestra casa va a soportar en los meses de verano. Por lo demás, se trata de una opción con múltiples ventajas, una vuelta al trueque de antaño, lejos de los modelos consumistas, hipermasificados y turísticos que las agencias tratan de vender. Una manera de conocer la realidad de la zona visitada desde dentro, basada en la confianza y la generosidad mutua que tanta falta nos hace en la sociedad que vivimos. Nadie mejor que los habitantes de una casa para descubrirte los rincones más secretos y auténticos de su región, los pueblos más hermosos y los supermercados más cercanos. Mirad que casita tan linda en la que estamos ahora:



En el preciso instante en que escribo estas líneas oigo la chicharra cantando en el jardín (¿o debo decir bosque?), 2 de mis niñas duermen la siesta (si, aquí existe, juegan tanto que acaban reventadas), Ingrid y Cloe han ido al super a hacer unas compras para la cena de esta noche pues llega mi hermana y su familia a pasar unos días con nosotros (¡¡yupi, los primos!!). Me encanta la opción de quedar con familia y amigos de mi ciudad fuera de ella, sin citas, sin compromisos, sin trabajo, solo con nosotros y nosotros mismos. Ahí solemos reencontrarnos, aburrirnos juntos y dejar que el tiempo y el espacio nos lleven a conversaciones y situaciones relajadas y divertidas que normalmente no solemos tener ocasión de vivir. Nuestras niñas jugando con sus caras y sus manos:




Hemos descubierto otro tesoro en medio de este jardín-bosque: Una cama elástica para saltar y saltar hasta agotar energías. ¡Estamos exhaustas!


Y  luego, una vez más, nosotros, la pareja: descubrir una nueva casa juntos, después de pasar meses pensando en este viaje, vaivenes de correos plurilingües con nuestros intercambiadores, abrir la puerta y descubrir habitaciones, cocina, salones y pasillos, el jardín y la piscina, la temperatura, los vecinos...todo nos une. Vivir emociones encontradas juntos nos acerca y nos permite ir creando nuevas ilusiones comunes, hablar de viajes, soñar con otros países y oportunidades de ir acercándonos el mundo. Ambos tenemos ansias de gente y mundo. Aquí el tiempo es nuestro y de nosotros con las niñas. Paseamos de la mano por parques ecuestres, dormimos con la brisa francesa cruzándonos la cara, disfrutamos con la gastronomía local, chapurreamos nuevos idiomas, nos tumbamos al sol y disfrutamos, el ritmo vital se calma, no planificamos, no hay horarios, nos relajamos y los desayunos se vuelven maravillosos. En ellos el sol dibuja en la mesa curiosos jeroglíficos al atravesar las rejas de las ventanas, tostamos cruasanes que untamos con mantequilla local y mermelada que nuestros invitantes manufacturan, la prisa no existe y la familia disfruta con una plenitud insospechada. En contra de lo que suele suceder, es incluso mejor de lo que habíamos imaginado.